Hoy
tengo el placer de informaros, que de ahora en adelante cuento con la
colaboración de Pablo G. Sanmartino, el cual ha decidió amablemente
donar artículos suyos a Compartamos el Whisky.
Pablo,
entusiasta aficionado a nuestra tan querida bebida, colabora también
con la revista de la Whisky Malt Argentina. Para aquellos que no
conozcan Whisky Malt Argentina, os invito a echarle un vistazo a su
Web http://www.whiskymaltargentina.com.ar/.
Me gustaría felicitar a este organismo por el mérito de seguir
suministrando Maltas de gran calidad y rareza pese a las dificultades
burocráticas y políticas que sufren nuestros amigos argentinos.
Por Pablo Sanmartino
El agua es el componente más importante a la hora de producir
whisky de malta. Su participación en dicho proceso es innegociable.
Sin agua no hubiera existido el whisky.
Whisky y agua son parte de un todo, conformando una unión
inseparable. Si no hubiera cebada, habría otros cereales para
suplantarla (maíz, trigo o centeno); si no hubiera levadura, se
podría utilizar esporas naturales; en cambio, si no se utilizara
agua estaríamos hablando de otra bebida.
Hablar de agua y whisky es referirnos a su presencia en el proceso de
elaboración, a la temperatura de la misma, a su origen, a su calidad
y en los problemas que significa su carencia o alteración.
La producción de whisky de malta es un proceso en el cual se destaca
el agregado y la sustracción de agua durante su producción: se
agrega agua a la cebada para iniciar el proceso de malting
(malteado), se añade agua a la malta durante el macerado, se elimina
agua durante el kilning o calentamiento, se adiciona agua
durante el mashing o mezclado, se la elimina durante la
destilación, y una vez más se la agrega, para reducir la graduación
alcohólica del whisky hasta el límite mínimo de 40° establecido
por las leyes escocesas.
En cuanto a la temperatura del agua, cuanto más fría sea, mejor
será su incidencia en el single malt logrado ya que permitirá
una condensación más eficiente y con ello una rápida
transformación del vapor de alcohol en líquido, obteniéndose un
whisky “más limpio” que con una condensación lenta.
Si de fuentes hablamos, las destilerías suelen utilizar agua de
nieve. La destilería Dalwhinnie (Highlands), ubicada a 323 mts sobre
el nivel del mar (la de mayor altura sobre el nivel del mar) utiliza
nieve fundida. La misma, que cubre durante seis o siete meses del año
a montañas como el Ben Nevis o la cadena montañosa Grampianos se
funde y desciende a través de las rocas, emerge de manantiales o
confluye en ríos tales como el Spey, el Livet o el Fiddich. Los
destiladores otorgan a sus fuentes de agua un valor muy alto y la
consideran su bien más preciado. Saben de dónde recogen su agua
pero no siempre conocen de donde proviene o cual es el camino que ha
recorrido.
El medio ambiente escocés posee condiciones inmejorables para
generar agua de excelente calidad ya que no posee centros urbanos de
magnitud, ni grandes explotaciones agrícolas a gran escala y además
no cuentan con industrias pesadas con lo cual constituye una zona
ecológicamente protegida de cualquier agresión ambiental.
Habitualmente se dice que la mejor agua es la blanda (aquella en la
que se encuentran disueltas mínimas cantidades de sales) y que fluye
sobre granito y turba. Esto se debería a que el granito es insoluble
y por lo tanto no aportaría minerales nocivos para obtener whiskies
de la mejor calidad. Sin embargo, para cada regla, una excepción:
tanto Glenmorangie (Tierras Altas) y Highland Park (Islas Orcadas)
elaboran sus productos mediante la utilización de aguas duras o
ricas en minerales.
Cuando se elige la ubicación de una destilería, el punto más
importante, fue y es, la proximidad con el agua a utilizar. Lo demás
es secundario. Así se obtiene agua de pozos, manantiales, lochs
(lagos), ríos y arroyos. Algunas de las principales fuentes de
agua son: Robbie Dhu (río), asociada con Glenfiddich,
Caperdonich Springs (manantial) nutre a Glen Grant (ciudad de
Rothes), Laphroaig, en Islay, obtiene su agua de la presa de
Killbride en tanto que Glenlivet lo hace de las aguas de
Josie’s Well
No solo la composición del agua es el elemento a tener en cuenta:
una destilería se encontraría en verdaderos problemas si a la par
de poseer grandes cantidades de agua la misma no es consistente, es
decir que sus fuentes puedan secarse. Durante los meses de verano más
secos y calurosos, muchas destilerías ingresan en lo que se conoce
como “estación o temporada silenciosa” en la cual deben
suspender su producción hasta que sus fuentes de agua se renueven.
Otro inconveniente aparece cuando el curso de agua utilizado corre
demasiado rápido o demasiado lento puesto que el agua puede volverse
barrosa o arenosa. Si la producción de una destilería requiere más
agua de la que le puede otorgar su fuente, está ante uno de los
problemas más críticos que pueden presentársele.
Antiguamente, al destilado obtenido se lo llamó (en gaélico) “uisce
beatha” es decir, agua de vida. Existen documentos que dan
testimonio de que en el año 1276, Sir Robert Savage of Bushmills
envalentonó a sus tropas antes de la batalla con una poderosa dosis
de agua de vida (“whit a mighty draught of uisce beathe”)
y en el año 1494, un monje llamado Jhon Corr efectuó una anotación
tributaria vinculada con la compra de malta destinada a la producción
de 1.500 botellas de aqua vitae, o sea (en latín) agua de
vida. Como se verá, en las primeras menciones de esta noble bebida
ya estaba presente –terminológicamente- el agua, elemento que a la
postre se hermanaría en forma indisoluble con el whisky.
Como hemos visto, el agua proporciona al whisky mucho más que su
capacidad de disminuir su tenor alcohólico o de enfriar serpentinas
en el proceso de destilación: forma parte inescindible del ADN de
cualquier whisky de malta escocés que se precie de tal.
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